martes, noviembre 22, 2005

inexplicable

Caí en la cuenta de que prefiero, siempre, un disco de estudio a un disco grabado en vivo.
Ya van varias veces que me sucede escuchar algo grabado con público y definitivamente, no quedar satisfecha con el producto.
Lo pensé por varios lados: que la calidad de sonido jamás es lo suficientemente buena, que las intervenciones del público son generalmente bastante infelices (gritos, aplausos que le cortan el clima al que lo escucha sin estar presente ahí, caso de cualquiera que escucha un disco en vivo), intervenciones de los mismos músicos, también infelices (acotaciones en relación a lo que sucede en ese momento on stage).
También lo pensé por el lado de la envidia: no me gusta escuchar a todos esos que estuvieron ahí y yo no. Pero es la justificación que -conociendo mi propia intolerancia- menos me convence.

Y bueno, no. En vivo, no, gracias, paso.

Apdeit: los únicos recitales en vivo que tolero, son los de Pink Floyd. Así que eso del lado de la envidia, como podrán apreciar los que me conocen y mi fanatismo por los hijos de Barrett, queda totalmente descartado.

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